Cascada de Mojonavalle

A medio camino entre los valles del Lozoya y Canencia existe un bosque mágico en el que se oculta, entre gigantes verdes y árboles pertenecientes a otra época, un espectacular salto de agua: la cascada de Mojonavalle. La nieve y la tranquilidad en sus caminos durante el invierno, el esplendor vital y la fuerza del agua en la primavera, la fresca sombra del verano, o los espectaculares colores del otoño, hacen de esta ruta, incluida en nuestra guía de «Rutas con niños en Guadarrama y Gredos»,  una delicia en cualquier época del año.

A partir de
3-4 años

Dificultad
Media

Distancia
4,5 km

Desnivel
150+

Recorrido
Lineal

Altitud máx.
1.580 m

Cómo llegar

Partiendo desde Madrid tomaremos la M-607 (Carretera de Colmenar Viejo) hasta el desvío a Soto del Real, donde continuaremos hacia Miraflores de la Sierra. En esta localidad tomaremos la carretera hacia Canencia durante 8 km hasta llegar al Puerto de Canencia, punto de inicio de la ruta.

Descripción

Desde el área recreativa del Puerto de Canencia, situada junto a una extensa y agradable pradera perfecta para que los niños puedan jugar, iniciaremos nuestro recorrido dirigiéndonos, tras cruzar con cuidado la carretera, a la Fuente de la Raja. Por una cómoda y amplia pista forestal, siguiendo las marcas blancas y rojas del GR10 -el sendero de gran recorrido que atraviesa longitudinalmente la Península-, comenzaremos a adentrarnos en el bosque en ligero ascenso, superando casi al principio una barrera que impide el paso a los vehículos.

Entre una vegetación dominada por pinos y salpicada de robles, abedules o acebos, descubriremos a nuestra derecha un Chozo, una reproducción de las sencillas construcciones antaño utilizadas como refugio por los pastores de la zona. Sin abandonar la pista, no tardaremos mucho en encontrar junto al camino el pequeño Mirador del Norte que nos invita a hacer un alto en el camino y en el que, gracias a la ausencia de vegetación que proporciona un cortafuegos, disfrutaremos de una buena panorámica del Valle de Lozoya, con el Pico del Nevero y Peña de la Cabra destacados del resto.

Obviando la senda descendente que nace desde el mirador, y por donde más tarde opcionalmente podemos regresar, continuaremos nuestro camino por la pista forestal entre pinos silvestres y algún ejemplar de abeto Douglas, una especie más propia de otras latitudes que fue plantada con fines forestales hace ya más de un siglo. Sin apenas esfuerzo alcanzaremos la Casa del Hornillo, que encontraremos junto a un merendero bajo un techado de madera. Para continuar nos dirigiremos a la parte posterior del albergue donde, junto a un monolito de piedra, tomaremos una senda que, perfectamente señalizada, desciende suavemente por la ladera de la montaña entre robles y abedules con sus característicos troncos plateados. Se trata de una especie propia del centro y norte de Europa, y muy escasa en la sierra de Guadarrama, que sin embargo aquí se preserva desde periodos climáticos más fríos, cuando los glaciares dominaban las cumbres.

En compañía del canto de los pájaros que encuentran su cobijo en estos bosques -como los piquituertos, los trepadores, los mirlos o los arrendajos-, alcanzaremos el Arroyo del Sestil del Maillo, donde finalmente descubriremos la sorprendente Chorrera de Mojonavalle deslizándose por el lecho rocoso del arroyo. Un mirador nos permitirá tener una mejor visión de la cascada -que especialmente durante la primavera es todo un espectáculo-, antes de comenzar el camino de regreso.

Mapa de la cascada de Mojonavalle

Nota: Las edades propuestas en cada ruta están basadas en la distancia, el desnivel y la dificultad (baja, media o alta) que el terreno tiene para un niño. La capacidad psicomotriz puede variar notablemente de un niño a otro, por lo que hay que entender estas recomendaciones como una referencia. Serán las capacidades de cada niño las que marquen en último lugar la idoneidad de una ruta.

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